La corriente de pensamiento positivo nació en los Estados Unidos en la década de los años 80 y tuvo su mayor expansión a raíz de los 90. Lo que en un principio parecía ser algo así como la panacea para todos los males que acaecían al individuo, era en realidad un instrumento de manipulación de masas que consiguió tornarlas conformistas a través de una sumisa aceptación, a la espera de que algo mejor sucediera.

 

El problema

La masa nunca dirige; muy por el contrario, siempre es dirigida. Es el individuo el que se da cuenta de lo que ocurre y, por lo tanto, el que tiene en sí mismo la capacidad de discernir y actuar en consecuencia. El despertar siempre es individual, nunca social. Es el individuo quien toma consciencia y comprende.

Mirado con cierto detenimiento, tomarse a bien un mal es algo que carece de toda lógica. Si algo no es justo, provoca dolor o sufrimiento; como mínimo se hace necesario alzar la voz y expresarlo. Su manifestación es lícita y también natural, aparte de altamente terapéutico. Además, si se observa con mayor profundidad, veremos cómo detrás de cada expresión de pensamiento positivo hay un trasfondo de resignación, y en algunos casos hasta de resentimiento.

En un principio, el pensamiento positivo parece una buena idea, pero ¿lo es? Me despiden del trabajo… y me lo tomo positivamente (¿) He de trabajar jornadas de 14 horas… y me lo tomo de forma positiva (¿) Me pagan menos, trabajo más… y me lo tomo positivamente (¿)… Pero, ¿esto qué es? ¿Es que nos hemos vuelto locos? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿A quién beneficia realmente el pensamiento positivo?

Si algo negativo sucede en la vida, de sabios es mirarlo de frente. Intentar evaluar de la forma más objetiva posible la situación. Observar qué sensaciones, pensamientos y emociones provoca en el interior… y aceptar que todo ello también forma parte de uno mismo. Y, una vez comprendido y aceptado, estudiar las posibles soluciones y/o alternativas, compartir con los seres queridos y próximos lo sucedido, pedir ayuda a los demás… etc.

Ciertamente, el pensamiento positivo tiene un claro aliciente: es positivo. Ello hace sentir bien al ego. Mientras tanto, el individuo ve pisoteada su dignidad.

Este es el planteamiento de la situación. En términos laborales sería como escuchar: “Esto es lo que hay”. Ante semejante expresión el planteamiento positivo dice: “Bueno, ya que tengo que estar aquí, prefiero tomármelo a bien”. Lo cual parece una actitud inteligente. Pero lo parece porque nos han inoculado el virus del positivismo en el subconsciente.

Sin embargo, cabría preguntarse: ¿es en verdad lo único que hay? Aquí hay algo que falla dentro del sistema del pensamiento positivo. Se trata del aparente axioma tengo que: “Ya que tengo que estar aquí, prefiero tomármelo a bien”.

Ciertamente, la fisura por donde el pensamiento positivo hace aguas está en ese tengo que, porque es falso. No es cierto que exista ningún tengo que. Se trata de una necesidad creada en el ser humano para su sometimiento y la claudicación de su auténtica libertad. El ser humano es libre por naturaleza, pero malvende su libertad a cambio de una supuesta seguridad por la que, ahora sí, tiene que callar y obedecer.

 

La solución

Mis maestros me enseñaron que nunca pusiera un problema encima de la mesa sin que al mismo tiempo fuera acompañado de al menos una solución. ¿Cual puede ser la posible solución propuesta?

No es necesario romper ningún modo de vida, ni tampoco hay que salir corriendo del trabajo. Bastaría con cambiar la corriente del pensamiento positivo por una actitud nacida como fruto de un proyecto coherente de vida que esté en sintonía con el alma y que por esto mismo conceda sentido a la existencia: la determinación. Y, permítasenos repetir las palabras “proyecto coherente”, pues de nuevo el virus del positivismo podría hacernos perder contacto con la realidad.

¿Dónde obtener tal proyecto? Sin lugar a dudas, se encuentra en el mundo interior. Y, nos atreveríamos a asegurar que en el fondo de cada cual todo el mundo sabe cuál es el suyo propio. Sin embargo, son muchas las personas -demasiadas, quizás- las que, por una causa u otra, no se atreven tan siquiera a intentar pensar en materializarlo. De este modo pasan sus días viendo languidecer sus almas a la espera de una situación o circunstancias ideales, adecuadas… ¿positivas?

Si la situación ideal no existe, entonces hay que crearla. Quizás pueda suceder que a fecha de hoy las circunstancias no sean las adecuadas. Para ello, la inexorable ley de la impermanencia se convierte en nuestra mejor aliada, pues hace que todo esté cambiando constantemente.

Este conocimiento, lejos de ser pesimista es maravilloso, pues nos permite saber que con un puerto al que dirigir nuestra nave y una firme determinación como actitud principal sí va a ser posible generar las condiciones adecuadas para que nuestro proyecto vital pueda verse materializado. O, tal vez no, seamos realistas. No importa, porque lo que en verdad importa es intentarlo, pero eso sí, hacerlo con una firme determinación.

Tal proyecto resulta fácil de reconocer pues se trata de una inquietud del alma que pugna por salir y expresarse. Y, si no se le permite, poco a poco, día a día, la esencia morirá, aunque el cuerpo que habite continúe con vida. Cada alma ha venido a este plano denso y material a realizar una labor concreta y diferente. Encontrar y tratar de llevar a cabo lo que nuestra alma ha venido a hacer aquí es el mayor desafío, el mayor reto, la mayor aventura que pueda lanzarse a vivir un ser humano.

Crear un proyecto coherente y vivir la existencia con una firme determinación en llevarlo a cabo. Diseñar un ideal que alimente el alma. Construir un proyecto de hombres y mujeres para hombres y mujeres que conviven en un tiempo y una sociedad que parece haberse olvidado de los auténticos valores que ensalzan y dignifican al ser humano.

Una vez dado forma y puestos a navegar, sin duda que vendrán días soleados y vientos favorables que lo impulsen con alegría y decisión en dirección al puerto elegido. Sin embargo, también sin ningún género de duda, vendrán vientos en contra y desfavorables, así como tormentas y condiciones que nos harán dudar de nuestra decisión. En estos momentos duros, sólo la conexión con nuestro ser nos permitirá mantener con la fuerza necesaria el timón de nuestra nave a través de una firme determinación.

 

¿Cómo hacerlo?

Si sabes el qué, encontrarás el cómo y el con quién. Es posible que la parte menos fácil sea la primera: encontrar el “qué”. Pero, una vez conocido, el resto resultará mucho más sencillo. Para descubrir ese “qué”, nuestra experiencia nos invita a sugerir la práctica del Radja yoga, el yoga del autoconocimiento, el yoga del autodescubrimiento. Como no podía ser de otra manera, sugerimos lo que por experiencia propia sabemos que funciona: la práctica de la meditación.

Consideramos que la práctica de la meditación sentada y en quietud es la mejor herramienta para profundizar en el mundo interior y conocer las auténticas necesidades del alma, para descubrir cuál es la labor a realizar. Es en el silencio interior donde habitan todos nuestros verdaderos anhelos. Entrar en la cámara del silencio y escuchar el mensaje del alma es el auténtico sentido de la meditación. Dedicar un tiempo diario para profundizar en el sí mismo es la mejor no-actividad que puede realizarse.

La meditación se encuentra más allá de credos y religiones, más allá de ritos y tradiciones, más allá de técnicas e inciensos. Sentarse a meditar es realizar un acto íntimo consigo mismo para retornar al origen, para detener el mundo y sentir cómo uno mismo no está separado de él, que tal separación nace en la mente y se consolida en el ego. Meditar es disponer de un tiempo para sumergirse en el sí-mismo y descubrir que nuestra auténtica naturaleza es común a la de todos los seres humanos.

Sin embargo, hay que darse cuenta de cómo no interesa que se tenga tiempo para dedicarlo a la escucha de la realidad interior. No interesa que te escuches. Interesa que te proyectes en el mundo exterior, que trabajes mucho y consumas más. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿A quién beneficia?

En estos momentos de crisis económica y social es cuando se dan condiciones idóneas para que se produzca el despertar individual. Aprovecharlas para crear un proyecto coherente de vida que esté en sintonía con las necesidades del alma es una posibilidad a nuestro alcance.

 

Publicado en la revista digital Yoga en Red (www.yogaenred.com)  – 18 de Diciembre – 2012

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