Miércoles, 10/12/25
De vuelta a casa
La apariencia de maya se compone de diferentes superposiciones que velan la realidad del Ser o Absoluto que somos. Así es como emergen los diferentes estratos que compone nuestra efímera existencia, concediendonos visos de realidad.
El mundo, con sus fascinantes imágenes, compuestas de luces y sombras. El ego, ese punto de inflexión que parece real gracias a su constante demanda de atención diciendo «yo» y reclamando lo «mío», arropado de personalidad, con sus correspondientes necesidades de seguridad, variedad, importancia y reconocimiento.
Sin olvidarnos de la maravillosa máquina en la que habitamos, pero que es evidente que no somos, salvo que la locura de la identificación así nos lo haga creer. Y del subconsciente, ese baúl tan lleno de recuerdos y a la vez factoría de deseos y creatividad.
Para llegar finalmente a la esencia que subyace olvidada en la zona más nuclear de nuestro ser individual, siendo a su vez una iridiscencia del Ser que todo lo contiene, pero que sin embargo en nada interviene, y cuya naturaleza es Real, siendo todo lo demás ilusión.
Todo viene a ser una mera proyección de la luz de la consciencia, creadora del mundo, la persona, el ego, el cuerpo, el subconsciente e incluso el sí mismo esencial, ese Atman cuya naturaleza es idéntica a Brahman. Un sí mismo que también está llamado a disolverse en nuestro periplo de vuelta a casa que es la vida.
Todo parece estar condenado a la disolución, la cual sucederá tarde o temprano, cuando finalmente el Ser nos absorba para acogernos de nuevo en el seno de su fuente; en Aquello que fue, es y será el origen de nuestra propia película y de todas las películas de todos los seres humanos.
Silencio Interior – Escuela
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