Sábado, 31/05/25
¿Para qué meditar?
En realidad ¿qué buscamos en la meditación? ¿Aquietar la mente? ¿Controlarla, quizás? ¿Tal vez encontrar un cierto aroma de autenticidad? ¿Descubrir qué es real y qué falso? Pero… ¿quién podría tener autoridad suficiente como para conceder semejante dictamen?
De forma habitual, se suele meditar para habitar en el momento presente, aunque también se la puede practicar para planificar el futuro; gestión del tiempo lo llaman. Hay quien medita para ser más eficiente en su puesto de trabajo; algo muy en boga últimamente. Sin duda, no faltará aquél que pretenda obtener algún tipo de poderes psíquicos con los que paliar carencias afectivas. Tal vez se pretenda conseguir tener algún éxtasis o, en su defecto, otras experiencias místicas próximas a la supuesta iluminación -tan deseada por el ego espiritual-, que le haga imaginar que se ha convertido en un nuevo gurú de la Nueva Era, aunque el número de ellos hace tiempo que ha excedido el límite de lo sensato.
Es posible que, en algunos casos, se medite para aumentar la capacidad de amar o tener mayor devoción, para que aquél ego, disfrazado de espiritual, pueda sentir que es «más espiritual que los demás», y poder así mirar a los otros por encima del hombro, exhalando una falsa compasión, mientras se libra una absurda carrera del propio ego por ocultar sus propios miedos en el marco de una pseudoespiritualidad servida a la carta. En cualquier caso, todo esto, a pesar de lo habitual que pueda suceder, no deja de ser un sin sentido; algo propio de un ego obstinado en mantener viva una existencia ilusoria, haciéndose pasar por espiritual como podría ser por cualquier otro disfraz.
¿Qué sentido tiene meditar? Tan sólo encontramos una respuesta coherente al respecto, y no es ninguna de las expuestas, por muy atractivas que puedan parecer. Consideramos que el fin último de la meditación es instalarse en el meditador. ¿Quién medita? En realidad, no nos interesa la meditación en sí misma, sino su objetivo último: la conexión con el meditador. ¿Quién se da cuenta? La meditación es un medio para conectar con el meditador. Un retorno a la autoconsciencia, al Sí mismo esencial, principio y fin del individuo, del mundo y del Dios personal, Brahman saguna, creado a imagen y semejanza del hombre, visión antropomórfica que caracteriza a Occidente, y que no deja de ser una proyección más como otra cualquiera.
Sin embargo, un dios antropomórfico nunca puede ser el Dios verdadero. Un dios con el que se puede conversar, por mucho consuelo que aporte al ego, no puede ser real. El Sí mismo es el alfa y el omega donde todo comienza y también todo finaliza. Entre medias sucederán miles de experiencias, unas positivas, otras negativas y algunas neutras; las cuales, sean como fueren, finalmente quedarán todas disueltas como “lágrimas en la lluvia”. El agua vuelve al agua, la consciencia individual retorna a la Conciencia pura, universal, de donde un día pareció escindirse. Una apariencia más como otra cualquiera, pues jamás hubo separación alguna, excepto en la imaginación.
Silencio Interior – Escuela
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