Sábado, 15/02/25
Matiz de diferencia
“Todo lo nacido está condenado a morir.
Sólo lo no nacido, Aquello que siempre Es, no morirá.”
Shambhu
S. N. Pregunta: Cuando el alma se encarna en el cuerpo ¿tiene un propósito determinado?
Respuesta: Esa es la creencia extendida, sobre todo en la Nueva Era. “Venimos aquí para aprender algo o para tener experiencias”, “El alma tiene una misión que cumplir”, etc. Sin embargo, todos esos argumentos tan sólo cumplen la función de tranquilizar al individuo. Quizá, también realizan el propósito de consolar y paliar parte del sufrimiento por haber nacido y saber que se va a morir.
En el Sita Upanishad se afirma que en el sexto mes de embarazo es cuando la semilla de la individualidad se instala en el feto. A partir de ese momento, toda su vida queda predestinada. Todo el problema gira entonces en torno a asmita, la identificación con la individualidad.
Así pues, es sencillo comprender que el propósito de la búsqueda espiritual consiste en descubrir la falsedad que hay en mí -aquello que no soy, pero me creo ser-, generando la falsa idea de ser alguien que ha venido a esta plano o dimensión material para hacer algo concreto.
Ahamkara, el ego, es tan sólo un pálido reflejo del jivatman, la esencia o alma. Así pues, aquello que creemos ser no es otra cosa que la sombra de una sombra de lo que en realidad es nuestra auténtica naturaleza, el Atman, donde no estamos separados de nada ni de nadie.
Por este motivo, la enseñanza Advaita afirma la no existencia del libre albedrío. Somos uno con el Absoluto o parabrahman, sin diferencia ni separación. Turiya, nuestro auténtico estado de ser, jamás nació y por ello mismo tampoco morirá. Nuestra naturaleza última es ajati vada, no nacida.
Todo lo demás sucede en la película de maya que hemos creado y con la que nos identificamos, al punto de la creencia, con el consiguiente sufrimiento innecesario. Liberarse de semejante película es liberarse de la ilusión, y al mismo tiempo también de la individualidad.
Asmita, la identificación, es el principal escollo para semejante comprensión. En semejante desprendimiento emerge el auténtico desapego, vairagya. Trascender la idea de individualidad no es algo que se pueda llevar a cabo como si de un propósito personal se tratara. Algo absurdo, pues semejante pretensión no dejaría de suceder en lo relativo, en la imaginación del personaje.
El auténtico desapego sucede como fruto de abhyasa, la práctica constante de permanecer en la consciencia de ser, obviando el movimiento aparente del devenir, hasta que el mundo termina por disolverse para percibirse como una apariencia, como si de una película se tratara. En definitiva, se trata de un sueño más del que es posible despertar y comprender la ilusión.
Mientras exista la identificación, el mundo tendrá apariencia de realidad. Sin embargo, en última instancia, no existe individualidad alguna -excepto en la apariencia, claro-, ya que siempre es lo Absoluto o parabrahman lo que actúa a través de todos nosotros, pues somos tal Absoluto. Este es el sutil matiz que diferencia al Vedanta Advaita de otras enseñanzas.
Silencio Interior – Escuela
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