Miércoles, 12/11/25

Dejar al mundo correr 

«… y sin embargo, se mueve.»

Galileo

No lo parece, pero la Tierra se desplaza por el espacio a una velocidad de 30.000 kms./h. No sólo en su devenir el planeta se mueve, sino que sus habitantes también están siempre en continua actividad, excepto durante el descanso nocturno. Todo está en constante cambio. Siempre. La ley de los ciclos impera sin clemencia. Sin embargo, para observar semejante cualidad cambiante es preciso que exista algo en quietud que pueda tomar consciencia del movimiento.

Ciertamente, nada permanece inmutable y nosotros, habitantes del planeta, no podíamos ser menos, moviéndonos sin cesar y con rapidez. Todo es cada vez más y más rápido… Recuerdo cómo mi maestro me instaba a permanecer en quietud, observando las diferentes transiciones. Recuerdo sus palabras: “Deja al mundo correr”. De alguna manera, aquella sentencia era una invitación a la quietud contemplativa, ausente de juicio o análisis. Así, todo es adecuado.

Visto desde semejante arista de comprensión no hay nada bueno ni malo. Gracias a la quietud contemplativa todos los pares de opuestos quedan trascendidos, mientras que uno mismo queda instalado en la presencia del observador, de sakshi, la consciencia testigo. El ser humano, olvidado del motivo de su inquieto movimiento va tan deprisa que ya no sabe si viene o va. Quizás, busque fuera lo que se encuentra en su interior. Pero, sólo quizás. Esto es algo a ser descubierto. 

 

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Dejar al mundo correr – 12/11